jueves, 13 de septiembre de 2012

Sin papeles no hay nada



Ayer, por la mañana, fui al ambulatorio, a pedir cita con mi médico para que éste me firmara las recetas de mis medicinas habituales. Y ya en el mostrador, un joven de aspecto paquistaní, balbuceando nuestro idioma, pedía  la tarjeta sanitaria para poder acceder al médico. Sólo llevaba el certificado de empadronamiento y su pasaporte.

Las funcionarias que atendían el mostrador le decían –repitiéndole de muchos modos, pues aquel apenas si lo entendía-, que sin contrato o certificado de haber trabajado no le podían dar la tarjeta sanitaria y lo mandaban a médicos particulares, o a clínicas privadas. El joven se fue desolado.

A mí me creó una situación de mala conciencia. Sentí compasión por el inmigrante, y a la vez, rabia por una sociedad como la nuestra que ha creado esta flagrante injusticia que es inhumana, pues todo hombre por ser hombre tiene derecho a la salud. Rabia también porque los recortes y ahorros que hacen los políticos para solventar los dispendios y derroches de los poderosos siempre van a cargo de los más pobres o desfavorecidos.

1 comentario:

  1. Gracias, José Luís, por esta entrada. A veces tiendo a dejar que mi yo-justiciero tome el mando, así que me viene bien que me pongan los pies en el suelo.

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