“El puente de los espías”, es la
última película del director Steven Spielberg. Y es una película al cien por cien "spielbergiana", fiel al modo de
hacer de este director y gran cineasta: sus mensajes y temas, sus citas, gustos
y guiños cinéfilos, su amor a los géneros, su discurso familiar y humanista y, cómo no, su sentido de la puesta en escena, para
mí a veces discutible. Pero aquí, sabia y armónicamente sitúa plano a plano y
sin que le sobre uno, su historia.
La película comienza con diez minutos
prodigiosos: una admirables secuencia donde sin mediar casi palabra, nos
presenta a los dos principales personajes: el espía ruso (Mark Reylance, qué
soberbio actor), el abogado defensor (un
Tom Hamks, que a mí personalmente no me dice nada, siempre me parece “Forrest
Gump”). Spielberg es un discípulo aventajado, aplicado y sobresaliente de
Hitchcock y esta secuencia, y otras más, está llena de homenajes al director maestro
del suspense que hizo algo parecido en “Topaz”. Hacia ya a la mitad del filme,
cuando parece que el asunto narrativo está ya agotado, la película da un giro
en donde de nuevo prende la atención y el interés del espectador. Éste acierto atribuible
sin duda a la escritura del guión hace que el espectador se fije en quien lo ha
escrito: los hermanos Cohen. Hay que aplaudir también el acierto de los
diálogos y el perfecto perfilado de los personajes.
En “El puente de los espías”, Steven
Spielberg vuelve una vez más a presentarnos a un personaje digno de toda
admiración y alabanza, un hombre que quiere seguir el dictado de su conciencia,
contra todos, e intenta por todos los medios, hacer el bien y ayudar a los
demás. En algún momento pensé en “La lista de Schindler”, al considerar el perfil
humano del protagonista. Es muy digno de resaltar que en medio de tantos
personajes y protagonistas ruines o cuando no baladíes del cine contemporáneo, verdaderos antiheroes, se nos presente a
este hombre, el abogado de la película, como un ser íntegro, solidario, honrado:
también recuerda Atticus, el protagonista de "Matar a un ruiseñor".
La mirada hacia la infancia, la presencia de la televisión tan recurrente en el
cine de Spielberg, se muestra igualmente así como y la importancia del núcleo
familiar.
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