miércoles, 2 de marzo de 2011

Cine, comercio y "oscars"

Un año más llegaron  para todos los seguidores y consumidores del espectáculo del cine la nueva edición de los premios Oscar. Nunca he seguido, ni por curiosidad, la larga ceremonia que se emite por la televisión a altas horas de la noche, donde todo el fasto y la frivolidad de las  estrellas des séptimo arte lucen n su esplendor, ni los apuros y ocurrencias que los presentadores de turno procuran decir para entretener al personal, ni los discursitos emocionados e “improvisados” de los que salen al escenario a recoger su estatuilla.
La ceremonia de los Oscar es una especie de feria de vanidades donde –lo sabemos todos- no se premia la mejor calidad de una película, sino que se incentivan los intereses comerciales de una industria tan potente y próspera como es la del cine norteamericano. Lo cual no quiere decir que se desprecien del todo otras películas mucho más interesantes desde el punto de vista artístico, reflexivo y de valores humanos.
Lo que sí es cierto, es que los Oscar suelen clausurar la temporada de cine y de allí emergen las películas de éxito que todo el mundo va a ver. (Ayer mismo, a la sesión de tarde a la que yo acudí, en la que habitualmente somos poquísimos espectadores, había una cola tremenda para ver las películas galardonadas el día anterior)
Para comenzar un brevísimo comentario sobre los premios concedidos este año a las mejores películas según los intereses de los comerciantes del cine, diré que mis dos películas favoritas, que considero las dos mejores de la temporada, quedaron prácticamente excluidas. Son “Valor de ley” de los hermanos Coen (a estas alturas Hollywood no tiene deseos de premiar un western  y más cuando éste es un “remake” (segunda versión) de una inferior película con Jhon Waine) y “La red social” del gran cineasta David Fincher que narra de un modo muy acerado la vida sin escrúpulos éticos del joven creador de Facebook. Ésta sin duda, era una de las favoritas y aunque se llevó tres estatuillas de poco relumbre, ha sido la gran derrotada de la noche.
La triunfadora fue “El discurso del rey”, un filme de discurso bastante cómodo y del gusto de los críticos del cine americano. Una historia de superación en la alta aristocracia británica: el rey que venció a su tartamudez. La película es bastante aburridilla y muy previsible y la gran actuación  que sorprende del actor Colin Firth, a este comentarista no le parece gran cosa. Se llevó las tres estatuilla de más prestigio.
El otro premio más codiciado –mejor actriz- fue adjudicado por  “El cisne negro” a la guapa Nathalie Portman por su interpretación de una bailarina angelical y diabólica que tiene que interpretar “El lago de los cisnes”. Es un filme bastante previsible y que enfatiza y subraya evidencias morbosas y poco novedosas. Los otros Oscar a actores  secundarios fueron para Christian Bale y Melissa Leo, por The fighter una película de boxeo. El Oscar de fotografía recayó en Origen y el de la dirección artística fue para Alicia en el País de las Maravillas.

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