sábado, 12 de marzo de 2011

Incombustibles


Me ha llegado por internet una fotografía donde tres curas están jurando un cargo que es en cierto modo importante para el funcionamiento de la Iglesia. Uno de ellos es, además de mayor, una persona que tiene un estricto sentido del deber y de la vocación de su misión en la Iglesia. Es un santo varón, le tengo mucho aprecio, pero es una persona que tiene una salud en estos momentos más que precaria. Se merece un descanso, no el retiro, ni para dejarlo aparcado, sino  para que descanse de verdad y sobrelleve de un modo humano su enfermedad.

Pues no. Ahí está jurando el cargo, seguramente porque la jerarquía se lo ha pedido  o porque él no es consciente que está (con perdón y cariño) para el arrastre. ¿Nadie es capaz de insinuar a los que ya no están para estos trotes y que además han prestado un gran y evangélico servicio, que deben retirarse?

Un servidor, que ya se ha jubilado del oficio de enseñante que tuvo durante muchos años (ya no podía más), y que sigue como cura párroco, piensa que no debería quedarse en un puesto más de lo debido, y pide, por favor, que haya alguien que me lo indique, si es que yo, cegado por la inconsciencia o el falso sentido del deber, no fuera capaz de decidir que hay que retirarse a tiempo y dejar paso a otros. ¡Por el bien de todos, por el bien de la Iglesia y por el mío propio!

No hay comentarios:

Publicar un comentario