jueves, 7 de abril de 2011

Acceder a Dios.


Da la sensación que la escalera que  Jacob soñó una noche en el desierto se rompió hace ya mucho tiempo. A través de los ángeles que subían y bajaban, Dios se acercaba al hombre y éste a Dios. Parce como si Dios no hablara, no fuera algo tan evidente.  Es el silencio de Dios, cuya voz no pueden escuchar los oídos embotados del ser humano. A Dios no lo oyen, ese Dios tan evidente y hablador  otrora,  y que ahora no parece responder a las angustiosas preguntas de los hombres.
También éstos ya no desean ni quieren, ni buscan a esa presencia comunicativa de Dios. Los oídos embotados por otros ruidos, el corazón quizá reseco por otros soles, el hartazgo de tantos manjares verbales y aburridos sermones, ha hecho que el discurso sobre Dios parezcan palabras necias dirigidas a oídos sordos.
Y sin embargo… por otros caminos, que a veces parecen atajos o retorcidos vericuetos, los hombres andamos buscando a Dios. Yo creo que este es el gran problema que hoy tiene la Iglesia cuya vocación es ser nueva escalera de Jacob, camino y lugar de encuentro  con Dios para el mundo. Pero vemos que ésta no sabe o no contesta: demasiado miedo a lo nuevo, excesivo apego a lo antiguo.
…Y como dice Jesús:  A vino nuevo, odres nuevos”.

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