miércoles, 20 de abril de 2011

No todo es sufrir y penar.

Aunque pueda pecar de reiterativo, como estos días, lo que estoy viviendo por deber, placer y fuerza mayor son los eventos de la Semana Santa de mis cofradías, no puedo sustraerme de hablar de ello: muchas misas, muchas horas en el templo, muchos preparativos de estrategias y logística y muchas consultas. Y luego, las procesiones, a veces más largas que un día sin pan… o sea, todo un penar y sufrir.
Pero eso no es del todo verdad: también se disfruta de lo lindo, si vas con cautelas, contemplado las variopintas situaciones y anécdotas que se suceden. Entre ellas, por ejemplo, lo bien que se puede comer aquí en estos días. Como ando de régimen dietético procuro declinar muchas invitaciones  a almorzar,  comer, cenar, etc. Pero algunas vez cedes a la tentación… y el lunes pasado, cuando yo no suelo tomar más que mi té y café con leche matutino,  ¡almorcé dos veces, en sendas cofradías! Aquí tenéis una imagen del suculento buffet libre que una cofradía ofrecía a un montó de invitados. Todo cocina casera y muy propia de estos barrios marineros: escabeches, “esgarrat” (bacalao y pimiento rojo con ajo y aceite crudo), “titaina” (una especie de sofrito hecho con tomate, pimiento rojo asado, piñón, ajo y ventresca de atún salada -tonyina de sorra-), pimientos verdes fritos rellenos con sardina arenque, pulpitos, "lleterola", rabo de toro… en fin, algo muy suculento para después desgastarse en los largos y lentos desfiles procesionales. ¡Ah! En Viernes Santo  se guarda ayuno y abstinencia.

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