jueves, 14 de abril de 2011

Mi plaza en El Cabanyal



Aun que creo que ya en otro lugar he hablado de la plaza donde vivo, -mi vivienda, la casa abadía, es  un lugar privilegiado-, ayer ocurrió una cosa muy chusca. Vinieron del periódico “Las Provincias” a recaba datos para hacer un reportaje sobre los desmanes y abusos cívicos que en ella suceden. Y por la tarde intentaron documentar con  cámara dichos disloques. Pero… no ocurrió nada.
Se ha creado una plataforma creada por un vecino para recoger firmas (y ya son muy numerosas)  solicitando un control de la policía municipal que evite su uso como aparcamiento público, algo que ya parece conseguido y que los vecinos que bajan con mesas y sillas a cenar no ensucien el suelo. Pero evitar que se utilice como campo de futbol por los adolescentes y chavales algo más talluditos parece labor de titanes.
En efecto, allí juegan con entusiasmo febril los chavales cuya fuerza impulsora de las puntas del pie que lanza el balón es incontrolable. Resultado: las personas que han de cruzar la plaza  (es paso obligado para transitar de un lado del barrio al otro)  o los que intentan tomar el sol plácidamente tienen que arriesgarse a pasar por la portería que es la pared del templo: el terror y el temblor acongoja sus corazones porque un balonazo perdido puede dar al traste con su esperanza de vida. Igualmente la madres cuyos hijo  pequeños pasean en cochecito, o acompañan a sus bebés en sus primeros pasos. No me quejaré yo tampoco  de los desperfectos y molestias  que provoca el deporte del balompié incontrolado en la fachada del templo y en mi retorno personal en mi casa.
Por la tarde, ayer, vino un cámara y su ayudante a tomar imágenes de lo que pasa en la plaza. Pues bien, ayer fue el día que más cívica y placentera estuvo. Los niños pequeños correteando, sus madres sentadas en los poyetes que circundan la plaza vigilándolos y dándole al pico. Otros niños jugando  a la peonza y otros corrían por la plaza con sus patines que es el juego de turno infantil. ¡Mi plaza –una del más bonitas y entrañables de la ciudad- convertida en un lugar paradisiaco, como siempre debiera ser! Así que los periodistas se fueron pensando que no era para tanto, o es que alguien se chivó que iban a ser grabados…
Pues yo digo: que continúe la buena racha de civismo y la “plaça dels Àngels” sea un punto de encuentro seguro, familiar y entrañable.

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