Es lamentable la
psicosis de persecución que se ha despertado entre muchos que se dicen
católicos, debido al asunto de la decisión del Ayuntamiento de Valencia de
retirar los imágenes y símbolos religiosos que hay en las espacios públicos del
tanatorio municipal que serían las salas de ceremonias que hay en el tanatorio
y en el crematorio.
Muchos han puesto
el grito en el cielo, amplificado por algunos medios de comunicación de tinte
conservador. El otro día escuchaba en una emisora "católica" la
barbaridad de demonizar y acusar al alcalde de estar en contra de la fiesta de
los Fieles Difuntos y favorecer el jolgorio importado de Halloween.
Creo que los
cristianos no debemos de tener complejos ni obsesiones de persecución por parte
de la sociedad civil. Esta debe organizarse como institución laica y aunque a
los católicos nos incomode debemos aceptarlo y acostumbrarnos a ello. Es hora
de que nuestro catolicismo abandone su omnipresencia de otros tiempos. Tal vez
podamos presumir de ser perseguidos, cuando seamos hombres y mujeres que luchan
por la verdad, la libertad, la solidaridad, la misericordia: Esos valores del
Evangelio que a veces están ausentes en ciertos sectores de la iglesia.
No, Joan Ribó no
ataca a la Iglesia Católica porque no se niega a sus miembros el derecho de
tener delante su simbología a la hora de la despedida fúnebre. No hay que
entrar en una guerra iconoclasta, una guerra de imágenes que fue desdicha de
otros tiempos y que no conduce a ningún
sitio.
Pero aún diría
más, invocando mi larga experiencia pasada de capellán al servicio de un
tanatorio privado muy importante. Los entierros de los que se dicen cristiano,
deberían realizarse en el templo de la parroquia a la que pertenecía el difunto,
donde la comunidad se reúne para celebrar la muerte y resurrección de
Jesucristo. Allí la celebración es cálida, familiar, humana. En los tanatorios,
aunque nos sea muy cómodo (¡) la mayoría de veces es fría, convencional, casi anónima.
que aun quedan personas muy coherentes
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