Sant Antoni del Porquet

Me cuenta un amigo sacerdote que regenta una parroquia rural importante que el domingo pasado, adelantándose a la fiesta litúrgica d San Antón (o San Antonio, abad, o Sant Antoni, el del porquet”) que es hoy,  día 17,  anduvo muy entretenido toda la mañana de domingo bendiciendo animales. Es fiesta pintoresca, graciosa y familiar. Toda suerte de animales y bichos pasaron bajo su hisopo. Gente poco afecta, o con cien mil prejuicios contra la Iglesia y sus ritos, y también sin duda, buenos cristianos.  Todos desfilaron con devoción ante el Sr. Cura que con capa pluvial bendijo a todo bicho viviente a todo lo que se le presentó por delante. Me dice mi amigo que tuvo reponer varias veces el agua bendita del acetre.

El amor a los animales, la sensibilidad hacia su tratamiento, el cuidado de ellos, nos honra a los humanos. De ellos sacamos y deducimos valores y virtudes que a nosotros a veces nos fallan: la fidelidad, la libertad, el coraje. Aunque sean sólo instinto e inteligencia animal, ¡cómo nos ayudan a vivir! Una bendición de animales como la que se hace estos días debe significar más respeto y responsabilidad hacia la naturaleza, pero también coherencia: no proyectemos en ellos lo que ni son ni tienen.

Me comenta mi amigo su perplejidad durante la ceremonia ante algunos padres o abuelos que acompañaban sus hijos y nietos, a los que ellos no han querido bautizarlos. O sea que para el canario, o los pececitos de la pecera, sí, y para el niño, no A lo mejor, algunas gotas del agua bendita esparcida sobre el canario, la tortuga,  los periquitos o el perro de la familia, también les ha caído a ellos. ¿Servirá esa agua bendita como bautizo?