domingo, 15 de enero de 2012
La fe es un encuentro y una misión.
“A ver, dime niño, ¿qué es la fe? – Fe es creer lo que no vemos”.
Así aparecía en el catecismo de Ripalda hace años, lo que se definía como fe y muchos llamados cristianos aceptaban. Hoy sigue habiendo montón de ellos, definidos como cristianos, que piensan que eso es la fe. Y también increyentes, escépticos, descreídos. Así les (nos va). Según esa definición yo tengo fe, porque me creo muchas cosas que no he visto. Mas generalizada y pobre no puede de la fe.
Igualmente se llama fe el mecanismo psicológico por el que se acepta aquellas cosas que no puedo probar. Mi razón afirma -contra natura- lo que es irracional. ¡Otra triste y rácana definición de fe!
El pequeño Samuel, arrebujándose en las sabanas, levantándose, atendiendo las llamadas del abuelo Helí, se encuentra con Yahvé y le dice (el chiquillo seguramente no sabía del todo lo que eso significaba):”¡Aquí estoy!” También Moisés ante el deslumbramiento de la zarza ardiente dijo lo mismo, y María ante al Ángel anunciador; “¡Hágase en mi según tu palabra!”.
Pedro, Andrés, toscos pescadores, que buscaban algo más que coger peces, se encuentran con Jesús, lo siguen. Alguien recuerda –como si fuera un poema lorquiano- la hora de ese feliz encuentro: eran las cuatro de la tarde…
¡Eso es fe!
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