martes, 21 de febrero de 2012

Viejos tiempos, viejas glorias




San Agustín decía que el recuerdo o la memoria es una de las potencias más importantes del conocimiento.  Cuando recordamos, oxigenamos el corazón y somos capaces de contemplar nuestra vida, demasiado cargada, desde la atalaya del hoy con mayor ligereza y comprensión, aceptando dónde estamos ahora, recobrando al autoestima que a veces se pierde, recuperándonos de la sensación de fracaso.

Ayer domingo, nos reunimos a comer unos cuantos amigos/as  que nos conocemos y queremos desde hace un mogollón de años. Éramos desafiantemente más jóvenes. Gente entrañable de recuerdo siempre imborrable;  aún seguimos viéndonos con frecuencia. Formábamos  el Movimiento Júnior de San Miguel y San Sebastián que tuvo gran esplendor en la época en que yo, vicario de aquella parroquia, era el consiliario.  

En la foto,-mirad la cara de complacencia: salíamos  de comer del restaurante en donde además de engullir, nos alimentamos de recuerdos-  aparecen incluso los hijos más pequeños de algunos de ellos que en aquel entonces rondaban los doce ó catorce años; los monitores, ocho ó diez años más mayores y un servidor, el cura, cuya edad ahora no es menester confesar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario