sábado, 27 de abril de 2019

CREER PARA VER


En ninguno de los Evangelios  se narra el hecho de la resurrección (se habla siempre de una tumba vacía) porque ésta no puede ser un fenómeno constatable empíricamente; cae fuera de nuestra historia, no puede ser objeto de nuestra percepción sensorial. 
Si hoy hubieran colocado una cámara de video vigilancia en su interior nada hubiera quedado grabado, ningún movimiento habría sido detectado. Todos los intentos por demostrar la resurrección como un fenómeno verificable por los sentidos, estarán abocados al fracaso. Toda disquisición científica sobre la resurrección sería una pérdida de tiempo. Cuando decimos que no es un hecho “histórico”, no queremos decir que no fue “real”. El concepto de real, es más amplio que lo sensible o histórico. ¿No es real el amor que un  padre siente por sus hijos?
En Jesús no pasó nada, pero en los discípulos se dio una enorme transformación que les hizo cambiar la manera de entender la figura de Jesús. Fueron experiencia reales que le abrieron los ojos para contemplar de nuevo vivo, resucitado, a Jesus.

De ahí que por la fe, también yo hoy puedo tener una experiencia viva y presente de Jesús resucitado. Tan «real" como la que tuvieron los discípulos. A Tomás, el incrédulo Jesús tuvo qué apabullarlo, acercándosele con sus llagas a él... «¡Toca, toca! ¡Ver para creer!». A nosotros hoy día tal vez como creyentes no nos haga ya tanta falta, pero hoy se puede dar lo contrario, también otro gran impedimento, mas por que vemos que por lo que no vemos en nuestra Iglesia, en la comunidad de los creyentes, que debe transmitir la fe en el Resucitado. Esos escándalos,  antitestimonios, feos pecados, deseo de poder y tristes delitos, eso que vemos precisamente nos hace bien difícil seguir creyendo en Jesús de Nazaret.


Suerte que este Jesús el Cristo, el Resucitado es más grande en su generosidad que todos nuestros pecados juntos.

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