martes, 6 de diciembre de 2011

Mi Día de la Constitución


      
Cosa insólita en mí y en mis hábitos: anoche, a las 11, ya estaba en la cama y además con la luz apagada. Siempre, quiera o no, se me hacen las tantas para dormir pero esta vez me obligué  a no ver una película (apenas veo programas de televisión), a leer  o a trastear en el ordenador. Esta mañana, tempranito, me he levantado, descansado y fresco como una rosa, y después de hacer mi oración matinal, he tomado un café en el bar de enfrente de casa con unos buenos amigos y nos hemos reído mucho con las cosa que pasan en el Cabanyal.

Luego, me he visto con el obrero que va a arreglar algunos desperfectos que hay en los locales parroquiales y pintar paredes desconchadas (¡ay, estas parroquias tan grandes siempre están en estado de mantenimiento!) y para celebrar que era el Día de la Constitución –uno a veces es así de patriótico-, me he ido a pasear por la playa. El paseo marítimo estaba atestado de gente porque el día era verdaderamente glorioso, con la caricia del sol y la luminosidad de una mar calma y de un intenso azul turquesa inigualable. He andado un buen rato por el borde del mar y después me he sentado en un promontorio de arena a leer otro buen rato. Me he leído cinco capítulos de Moby Dick, el bello relato marinero de Herman Melville.

Después, a comer en casita, y por la tarde abriré  la Parroquia y celebraré la santa Misa. Un día de la  Constitución prefecto. ¿Quién da más?

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