miércoles, 14 de diciembre de 2011

Detrás del Evangelio



Me gusta escribir el comentario el evangelio del domingo un día o dos después de haber pasado éste. Os diré por qué. Por requisitos del guión, tengo que predicarlo en el fin de semana tres ó cuatro veces. Y según se hace, uno se enriquece y accede más fácilmente a su significado.

Éste  de este domingo tercero de adviento no me parece muy bien elegido. Casi se repite con el del domingo anterior y no guarda una evidente concomitancia con la lectura primera. Ésta y la carta del apóstol hablan de alegría. El evangelio, no.

Tiene otro grave reparo (¡no es culpa suya! ¡qué osadía sería poner peros al evangelio!): su contexto es muy poco conocido. El Evangelista Juan explicita una polémica de su época casi desconocida para nosotros: La pretensión de algunas comunidades primitivas de considerar a Juan Bautista “mayor“ que Jesús. Éste sería simplemente un discípulo del que predicaba en el desierto (¿lo fue?). Es por eso la breve introducción del prólogo “que si anunciaba la luz pero el no era la luz” o el diálogo (casi de besugos) donde Juan el Bautista intenta desilusionar a los que buscaban al Mesías.

Como un gigante, un verdadero líder carismático, terrible y temible (que se lo digan a Herodes) se nos muestra este Juan el Bautista rondando y atronando el Desierto de Judea.

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