Las oraciones de la Misa

Ayer mismo, en las tres celebraciones de la Santa Misa que tuve que oficiar, pensaba  lo mismo cuando llegaba el momento de decir en voz alta la tres oraciones que en toda eucaristía se hacen: la oración colecta (justo después del Gloria), la oración sobre las ofrendas (que antes se llamaba secreta, porque no se decía en voz alta) y la Poscomunión u oración de gracias al terminar la Misa.

Verdaderamente no son muy propicias para la naturalidad y expresión emotivo-religiosa. Buscando en castellano la armonía y perfección sintáctica del latín (muchas de ellas son traducciones), suenan a veces a huecas, a reiterativas y a solemnes. Usan el circunloquio y un lenguaje que no tienen mucho que ver con el nombre de Dios que nos  desveló Jesús: Papá (“Abba”) y que preside la oración del Señor (Padre nuestro...)

Pero además a veces quieren meter dentro de la oración y en un mínimo de palabras toda la explicación del misterio que se celebra (son una mini capsula teológica): véase la oración de la fiesta de la Inmaculada o la de la Santísima Trinidad o la del del Corpus. Son desde luego, un tesoro que hacen realidad aquel axioma: “lex orandi, lex credendi”, pero tienen el problema que como tanta joyas antiguas hoy no hay quien se adorne con ellas.

Sé que en Roma se esta trabajando por cambiar algunas de estas cosas, pero me parece que la lentitud con la que lo están haciendo esta relevando a varias generaciones de cardenales y monseñores.

¡Luego las comisiones de liturgia se quejan de que algunos curas cambien, intentando aplicar los textos a las circunstancias y situación de la gente, dichas oraciones…!