jueves, 8 de diciembre de 2011

La fiesta de la Inmaculada



¡Tantas tonterías se han dicho de María! Seguramente, fruto del entusiasmo, de una devoción desmadrada. En muchos textos de oraciones, la cursilería y el romanticismo y la atribución de poderes que sólo se le pueden adjudicar a Jesús o a Dios, provoca a veces un poco de vergüenza ajena.

Yo me conformaría y es muchísimo, que de la Virgen María sólo habláramos como del agua clara de un manantial: ahí está. Que la viéramos de cómo y  cuando aparece en los evangelios: la muchacha y joven madre del evangelio de Lucas, la madre ya madura que aparece en Juan: la de Caná y el vino; la que está al pie de la cruz. También la que aparece en tensión  con su hijo: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?” La que reúne a los discípulos en el cenáculo de Pentecostés.

Hoy he celebrado con mucha alegría la fiesta de la Inmaculada. He comido con mi amigo Julio, cura de María Inmaculada de Vera en la Malvarrosa y los compañeros sacerdotes del arciprestazgo.  En verdad no he tenido muchos feligreses en las tres misas de esta mañana. Las fiestas religiosas en muchos lugares y en especial en la ciudad se están diluyendo entre otros eventos. Esta tarde el centro de la ciudad bullía de gente: las tiendas y los grandes comercios estaban a tope.

¡Hoy he sido feliz recordando María, a esta mujer tan entrañable!.

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