lunes, 3 de enero de 2022

VISITAR LIBRERÍAS, VISITAR BIBLIOTECAS

 


Si hay algún sitio donde yo me siento muy, muy a gusto, es en las librerías o en las bibliotecas públicas.

 

Cuando paseo por la ciudad y veo una librería me pasa como a “Alicia en el país de las maravillas”, su puerta me atrae como a ella aquel agujero en el seto. Y allí entro en primer lugar a curiosear las últimas publicaciones de libros: la mayoría son anodinas novelas de centenares de páginas y portadas de papel couché que siguen las ideas y temas de moda. Después suelo pasar a las secciones que más me aficionan: historia, cine, literatura, poesía… no suelo acercarme al estante donde está la sección de religión porque además de ser parca en libros, éstos son los de siempre: alguna edición de la biblia,  muchos libros de esoterismo, de religiones mágicas o libros católicos “beatos”. Una pena, porque hay libros religiosos que se escriben hoy de una enorme profundidad y de una gran riqueza de reflexión. Hay que buscarlos o pedirlos mejor en las escasísimas (por no decir única) librerías religiosas de la ciudad. Al final de mi visita a la librería, siempre encuentro el libro que no he buscado pero que me congratula comprarlo porque sé que me llevo una pequeña joya. En verdad, compro más libros que leo. Pero ¡es un “vicio” tan satisfactorio..!


También de vez en cuando entro en las bibliotecas públicas que el Ayuntamiento de Valencia ha diseminado por todos los barrios de la ciudad. Me encanta el que está situado muy cerca de casa, en el antiguo matadero municipal junto al Paseo de la Petxina. Éste ahora ha sido transformado en un complejo polideportivo y cultural. La sala principal de la biblioteca es la nave central del viejo matadero ¡cuanta sangre habrá corrido por el suelo, cuantos mugidos y relinchos y balidos últimos habrán resonado en la estancia!  Ahora las grandes cristaleras y altos techos con un silencio casi sagrado acoge a los muchos lectores que allí acuden a leer o a estudiar en las muchas mesas rodeadas de estantes y anaqueles donde los libros aguardan a que los lectores los abran y lean.

 

Yo voy mirando lentamente los lomos -desgastados algunos- de muchos de ellos, ojeando ¿u hojeando? sus folios y al final encuentro uno de esos libros con algunos años que merecen mi interés y mi atención. Acabo en la mesa donde están los bibliotecarios que me atienden muy gentil y amablemente -¡no parecen funcionarios! para sacar prestados un libro o dos para leerlos en mi casa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario