Resulta que la resurrección de Jesús es, junto a su pasión y
muerte, el núcleo fundamental de nuestra fe. Es cristiano aquel que cree que
Jesús resucitó de entre los muertos. Y la fe cristiana es entonces una actitud
ante la vida llena del estímulo de la victoria, de optimismo porque nuestra
vida no embocará en el fracaso.
Esto es provocador: porque tumba el aserto racional y
empírico, que la gente resume diciendo que “de la muerte nadie ha vuelto”.
Pues sí, hubo uno, se llamaba Jesús y de su quiebro a ésta
él nos prometió participar a todos. La fe en Jesús de Nazaret e desde entonces
un fuerte revulsivo contra todo lo que significa fracaso de muerte.
¿No es para saltar de alegría?
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