viernes, 30 de marzo de 2012

Domingo feliz



¡Qué domingo más feliz, el pasado!

Me reuní con todos mis sobrinos y sus pequeños hijos en un restaurante cerca de la playa y los invité a comer. Nunca lo habíamos hecho -estar todos así- desde un tristísimo evento que sufrimos toda la familia. Ahora, con los críos pequeños –huyo de llamarlos sobrinos nietos, porque, uf, me envejece demasiado-, que son la alegría de todos, pasamos una tarde dichosa.

Después de comer muy bien, nos fuimos un rato a pasear al borde de la playa donde el mar, pletórico de luz y grandeza se unió al gozo de la celebración y del encuentro. Y es que la cercanía de Dios se puede manifestar de muchas maneras.

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