jueves, 22 de marzo de 2012

A un joven compañero sacerdote que admira a otro porque ha escrito un libro


 
N, amigo mío:

No significa nada que uno tenga 26 años y ya haya escrito un libro.
 
El libro de marras se titula: “El Espíritu Santo: De la divinidad a la procesión. El desarrollo pneumatológico en los escritos dogmáticos de los tres grandes capadocios"

Este joven sacerdote, al que no conozco, creerá que así cumple su vocación al sacerdocio a través de esa investigación teológica.(¡)

Si no fuera porque estudié con D. Gonzalo confundiría las procesiones trinitarias con las que voy a hacer en la calle la próxima Semana Santa.
 
Yo del Espíritu Santo sé poco y muy poco de la Trinidad de Dios  y me gustaría saber algo más, pero jamás cogería un libro como ése para desentrañar el “misterio” de la Santísima Trinidad. De hecho, me ha enseñado más contemplar el icono de Rubliev, que el Tractatus “De Trinitate” que tuve que estudiar en el Seminario y luego en la Facultad.

Estas disquisiciones me parecen verdaderos galimatías, dignas de la mejor teología-ciencia-ficción. En absoluto me tienta informarme leyendo un libro con ese repelente título.
 
Querido N., amigo mío, ¡seriedad!

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