Se lee en “El Quijote” en su capítulo
veinticinco de la segunda parte que "el que anda mucho y lee mucho, ve
mucho y sabe mucho." Yo parafrasearía: “y el que viaja mucho, ama
mucho". Porque una de las cosas más bonitas de los viajes que uno realiza
es que, a través de ellos, vas conociendo a gente que poco a poco se convierten
en entrañables amigos. A lo largo de mi vida y mis viajes he hecho pues algunas
amistades, que han sido siempre fieles y perdurables.
Casi podría decir que no estoy sólo contento
por los lugares del mundo por los que he viajado, sino más bien orgulloso por
los amigos que he hecho en mis viajes. En el fondo estos viajes han sido como paradas
en distintas estaciones de ese tren que es el viaje de la vida. En los andenes
de cada una de ellas, en vez de bajarse a ellos, mis amigos han ido incorporándose,
para alegría mía, a este convoy del vivir.
Por eso yo ahora quiero recordar al grupo de
amigos de mi último viaje que fue a la Provenza y con los que he realizado
otros periplos más. Son todos de Paterna, y el otro día no reunimos, significativamente,
sin faltar ninguno, a cenar juntos, compartiendo la alegría, los recuerdos
viajeros y sobre todo la amistad y alegría que nos une.
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