DONDE DIOS HABITA
A mi amigo Alejandro y su familia,
a quienes la muerte arrebató la vida de su querida Elsa.
Soleado es el día,
pero la luz no ilumina el oscuro corazón
y un malecón tapona las lágrimas
que se disolverán en la blanca espuma del mar.
El crujido de la grava al caminar
por las calles que conducen hasta la tumba abierta
rompe el silencio de cristal del camposanto
y salmodia, al compás del corazón,
la amarga melodía de la pérdida y del dolor.
E interminable se hace el tiempo
-que a la vez deseas que nunca acabe-,
que los sepultureros emplean para acabar su obra.
Descanse en paz tu querida hermana Elsa.
Ella ha dejado a su querida familia
y a tantos amigos y compañeros seguramente comunes.
Pero, amigo Alejandro,
ya sabes que definitivamente no la has perdido:
porque los muertos nos demuestran que Dios existe
Pues allá lejos, feliz vive Elsa junto a tantos
que también ella quiso y la rodearon de amor
¡Ella ha arribado a la otra orilla de la Vida,
a la orilla donde Dios habita!