domingo, 30 de mayo de 2021

RECÓNDITO VALLE DE ARQUELA




Ando siempre buscando luz y claridad, descanso y sosiego, paz y cobijo. Yo los encuentro siempre a través de mi fe en Jesús de Nazaret el resucitado. Pero otras veces y con frecuencia, se me muestran cuando estoy en medio de la naturaleza. Ayer estuve en el Arquela,  un valle que se extiende de norte a sur, desde Alpuente, y se convierte en una rambla en medio de cañones escarpados hasta llegar a Tuejar. Es el recorrido de un riachuelo que recoge aguas en el corazón de la Serranía Alta. Un valle breve, solitario y tranquilo oculto y casi recóndito.  El paisaje en esta primavera revuelta, está adornado por el júbilo de los árboles reverdecidos-almendros, pinos, carrascas-, viñas y campos de cereales. El trigo, en flor y también granando con sus espigas que parecen cabezas vencidas de un ejercito innumerable y las amapolas frágiles, descaradamente rojas y volubles, bailando la danza de la brisa de la tarde. Las flores del lino como novias vestidas de blanco, las albaidas incombustibles el oro aromático de las flores del curry o siemprevivas del monte… 

 

No se trata de sólo disfrutar el festín que para los ojos supone la belleza tan austera de la sierra en primavera. Más bien es el gozo y certidumbre de lo que hoy el corazón siente y me lleva en esa contemplación: que todo es perfecto, redondo, completo. Me inyecta en mi alma el entusiasmo al contemplar cómo la belleza del mundo reconforta y construye la profundidad del alma.

 

¡La luz que ilumina los campos y su recóndita armonía se reflejan en mi corazón!


 

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