lunes, 17 de mayo de 2021

SE VENDEN IGLESIAS EN BARCELONA


 
Ha saltado a la prensa la noticia de que el arzobispo-cardenal de Barcelona Monseñor Omella ha decidido cerrar un gran número parroquias de la ciudad. Es curioso calibrar cómo han interpretado algunos periódicos dicha noticia. Le echan la culpa a los curas catalanes porque en vez de dedicarse a pastorear a las ovejas de su rebaño espiritual, se han dedicado a los afanes independentistas. Esto -dicen algunos periódicos- ha rebajado la fe de sus feligreses. Es curioso ver que muchas veces la culpa de la desafección de los creyentes es siempre por causa de los curas.

Yo no lo creo así: y en su caso sería tal vez mitad y mitad. Monseñor Omella aduce que la causa de esta decisión se debe a que había un exceso de parroquias que se instituyeron cuando la entrada masiva de inmigrantes y al proceso de secularización que en aquel tiempo aun casi no había empezado: el nacional-catolicismo funcionaba de maraviila. 

 

Frente a no aceptarlo o sentir nostalgia de las multitudes que llenaban antaño la iglesia, todavía hay algunos obispos que no se resignan y organizan sus diócesis como si estuviéramos en los años 50. A  monseñor Omella lo llaman el obispo de las periferias y creo que muestra un gran sentido común con esta decisión

 

Para mí el problema ahora es qué van a hacer con tantos templos cerrados, especialmente los que están ocupando unos estupendos solares dentro de las zonas más interesantemente estratégicas de la ciudad. En Alemania, por ejemplo, donde eso mismo ocurrió hace muchos años, las iglesias fueron convertidas en lujosos restaurantes, pistas de baile, gimnasios y oficinas de lujo y ¡hasta en mezquitas!. Aquí ya en España nos podemos albergar en muchos monasterios y conventos convertidos en históricos hoteles. Hará la Diócesis de Barcelona un nuevo tipo de “pastoral”: es decir, comerciar con los templos clausurados?

 

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