sábado, 4 de septiembre de 2021

AMORTIGUADAS FALLAS

 


Extrañas fallas. Los que viven en la ciudad de Valencia andan estos días experimentando una extraña sensación: este tiempo de fiestas de fallas totalmente edulcoradas por la situación de la pandemia. Aunque yo no entiendo por qué se celebran (dicen que porque hay que deshacerse de los monumentos de cartón piedra y madera que no se quemaron en su momento por causa del confinamiento rígido de la pandemia  cosa que podría haberse hecho de otra manera), lo cierto es que las pobres comisiones de la fiesta de las Fallas lo andan celebrando, sin muchas ganas ni ímpetus y casi con actitud vergonzante. Seguramente así matan el gusanillo… por colmo, la tormenta del miércoles pasado aún ha aguado más el evento.


 Como no puedo soportar el terrible fragor de esta fiesta en sus tiempos normales, allá en marzo, suelo irme fuera de la ciudad, durante los días más álgidos del tremendo bullicio que se arma. Este año me he quedado aquí, en casa, porque prácticamente los festejos falleros son mínimos y a la vez estoy “disfrutando” de una fiesta, que ahora, empequeñecida y sencilla, no dejo de admirar. ¿Deberían serlo así siempre?

 

Escribo esto aquí y ahora mientras el cansino pimpampum de los niños tirando cohetes, tracas y petardos, no dejan a uno disfrutar de la paz y del silencio ni siquiera dentro de casa. Escribo esto, digo, para que quede constancia de ello.

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