En el Monte de las Bienaventuranzas parecía escucharse, como un susurro, las mismas palabras del Señor anunciando ese nueva utopía del Reino de Dios. En el Tabor, nos sorprendió un bellísimo atardecer, sin duda trasunto de aquellos brillos y luces que embobaron a Pedro. Se entiene perfectamente que quisiera quedarse para siempre allí.
Todos aquellos lugares santos, además, cuidados por religiosos católicos, respiran sosiego, paz y limpieza.
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El río Jordán |
Vista general del Lago de Tiberiades
En la orilla del lago de Tiberíades
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