En ingles este día se llamaba “All Hallows Day” y después fue abreviado a Halloween que hoy en día conocemos.En el Año Nuevo Céltico se celebraba ofreciendo sacrificios al “Señor del Cielo y la Tierra” SAMHAIN o SAMAN.. La imagen de ese ídolo pagano era la de un esqueleto sosteniendo una hoz en su mano que más tarde fue conocido como LA MUERTE.
Se acerca el día de las chorradas de Halloween (he tenido que mirar el diccionario inglés para asegurarme de que lo escribía correctamente). En el barrio donde vivo, abundan unas agrupaciones cívicas, sociales y religiosas, que, como si estuvieran ubicadas en algún barrio de San Francisco o en alguna ciudad del Estado de Masachussets, los niños (y los no tan niños) juegan al “¿¡truco o trato!?”, disfrazados de brujas, magos, zombis, fantasmas, demonios, esqueletos y otros positivos y ejemplarizantes personajes. Quiero creer que es, simplemente, un juego. No tiene mayor trascendencia.
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Si, es solo un juego y no tiene trascendencia. Pero ¿un cristiano puede doblegarse a la moda que exporta el Imperio Americano y expresar precisamente lo contrario de lo que cree gozosamente sobre la muerte: que ésta es solo un paso hacia la vida luminosa y feliz para siempre junto a Dios?
Es simplemente un juego. No tiene mayor trascendencia. Pero en muchas de las Cofradías de la Semana Santa de la Parroquia -asociaciones públicas de fieles creyentes en la Resurrección-, la víspera de Todos los Santos, se desfilará como los súbditos de los Estados Unidos de América, disfrazados como para un aquelarre. Es Halloween: la noche de los muertos. Más adelante, allá en abril, el desfile será una procesión delante de un Jesús que alentó el vivir plenamente humano, la promesa de la vida frente a la muerte. ¿En qué quedamos?
Pero que nadie vea una contradicción, ni mucho menos un escándalo: es solo una niñería, una actividad de entretenimiento. Nos haremos todos neogóticos y el César Obama estará contento.
Sí, un juego de niños. Algo que se queda en la memoria, o aún más dentro de nosotros para bien o para mal. Humanamente hay pocas cosas que nos den alas o nos encadenen tanto como nuestros juegos infantiles en los que descubríamos y poníamos nombres a las cosas, como Adán.
ResponderEliminarPor fortuna están los sacramentos.