Naturalmente
hay despedidas (las de hasta nunca) y despedidas (las de hasta luego) y hay
tristezas (también se llaman nostalgias, morriñas y “saudades”) y tristezas (marcadas
por el dolor y el sufrimiento).
Yo diría que
la despedida que hice de la parroquia en el templo de Los Ángeles convocada en
la fiesta de nuestra Madre la Virgen de los Dolores, tiene también este sabor agridulce
que implica toda despedida.
Digo adiós a
una parroquia, la de Los Ángeles, con una comunidad muy diversificada pero
donde sus miembros están muy cercanos unos a otros. Una parroquia llena de vida,
de comunicación, de aspectos muy familiares.
Sobre todo
digo adiós a sus feligreses, a los vecinos de el Cabanyal y de otras parroquias que han hecho también piña en
esta. Digo adiós a los movimientos y grupos que viven a la sombre de la
Parroquia. Digo adiós a los que han colaborado.
¡También a los que han intentado pones la zancadilla! Y digo adiós sobre todo a
las Cofradías de Semana Santa y a la del Rocío. Otra vez más les pido solamente
tres cosas: coherencia, coherencia y coherencia.
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