martes, 31 de marzo de 2015

La soledad de los curas




El comentario de la película “Calvary” que hice anoche, me ha hecho recordar un tema que a mí también me afecta: el de la soledad del sacerdote. No es moco de pavo, y además muchas veces permanece semioculto porque los curas no somos muy dados a la confidencia y a mostrar algunos aspectos negativos de los que puede adolecer nuestra "profesión”.

Es verdad que la promesa de celibato si se realiza bien y se vive mejor, palia muchos de los inconvenientes de la soledad sacerdotal. Los curas entonces nos refugiamos en esa otra familia de "hijos-hijas" engendrados en la pastoral y en la evangelización. Esta gente pasa a ser entonces nuestra familia: la llamada comunidad parroquial.

Pero hay momentos que aunque lo sublimemos le otorguemos un auténtico sentido de fe, la soledad (a veces con aspecto depresivo) se nos impone y nos corta las alas.

Soledad que muchas veces no es solamente el efecto de la animadversión y hostilidad que desde fuera de la iglesia, con anticlericalismo u otros motivos, se nos "combate" a los curas. A la hora de la verdad parecemos nadar constantemente a contracorriente.  A veces hasta en broma, porque muchos de mis detractores son mis amigos a los que quiero mucho y a los que llamo cariñosamente “rojos, judíos, masones”.  Pero  también hay otro tipo de soledad que surge  desde dentro de la comunidad eclesial: en muchas parroquias hay feligreses que con extraños argumentos excluyen aíslan y condenan a la soledad a sus sacerdotes.


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