Evangelizar a los que evangelizan.
Durante ya algunos años la Facultad de Teología de nuestra diócesis de Valencia organiza para los sacerdotes de ésta, un Curso de Formación Permanente para ellos. Con notable éxito y numerosa asistencia algunos de los cursos se han planificado con excelente programación (siempre sobre temas teológicos, pastorales, espirituales que interesan a los presbíteros). Han intentado que el clero se forme, se pertreche de instrumentos pastorales y también se abra a otras preocupaciones y ámbitos religiosos.
El ciclo de este curso está a punto de acabar en el número de sus charlas. Su objetivo ha sido plantear la cuestión de evangelizar a los que ya son cristianos; es decir, anunciar el Evangelio de Jesús a los que por tradición, rutina y costumbre fueron bautizados, creen en un Jesús y una iglesia de un modo muy difuso o incluso los que sintiéndose cultural y naturalmente cristianos, han abandonado la Iglesia.
Para ello las parroquias, que son las primeras instituciones de vivencia de la fe cristiana tienen que pasar de espacios de mantenimiento rutinario de la fe, a convertirse en instrumentos de una “Nueva Evangelización” como que ya anunciaba el Papa Juan Pablo II”. Ahí es poco
Difícil cuestión, como difícil situación por cuanto la iglesia y su forma de vivir el cristianismo se ha convertido muchas veces una célula enquistada, mirada por los que están fuera de ella con ojos de prejuicios y sospecha. Parece un tren renqueante que nunca llega a tiempo, una máquina sin engrasar que parece sorda a los sonidos nuevos, a la cultura casi alternativa en la que hoy vive en nuestra sociedad.
Y eso se nota mucho en los tradicionales evangelizadores, es decir los curas. A este curso de formación permanente asiste una mayoría de sacerdotes de edad media y alta. Curas jóvenes no se ven muchos. ¿Es que no los hay? Lo que sí es cierto que a tenor de los coloquios que se hacen después de escuchar las ponencias muchas de las preguntas y cuestiones que plantean los asistentes denotan un gran desaliento, mucho desánimo y bastante derrotismo.
¿Será por el cansancio propio de la edad, o porque el mostrador donde se ofrece el producto cristiano ya está lleno de polvo y obsoleto o porque los escándalos de la Iglesia están ahogando su propia voz o es porque pintan bastos en nuestra diócesis?
Sin duda, yo también estoy afectado por esta forma de crisis y en verdad no sé cómo puedo salir de ella. ¡Me duele la iglesia!
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