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Hace tres días llegó la noticia de que unos independentistas habían pintado la Cruz que preside el Aneto. Pero subir a la cima de una montaña tan alta, con las intenciones de reivindicar su ideología, además de ser algo que divide y enfrenta, separa a los humanos y por tanto, nos separa de Dios es además de una bobada, una tontería.
Ha habido comentarios para todo. Indignación, rabia, estupor, profanación, blasfemia. Pintar de amarillo ese signo sagrado en la cumbre del monte más alto de los Pirineos además de inútil gesta y estupida reivindicación implica un enorme grado de incivilización.
¡Reivindico el color amarillo para los montes! Dentro de una semana o dos, este color será el manto precioso de los grandes bosques de la montaña. Ir a contemplarlo encoge el corazón de tanta belleza. Y los paisajes rojos ocres y amarillos que los árboles crean son una experiencia casi religiosa porque, a mí por ejemplo, me elevan inmensamente agradecido, el corazón hasta Dios.
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