jueves, 17 de diciembre de 2020

¿PARA QUÉ SIRVE REZAR?

 


Santa Gema, te pido que apruebe este examen “, puede rezar un estudiante apurado. O también, un olvidadizo: “San Antonio, que encuentre mi cartera perdida…” o  por la mañana, al levantarse, cuando uno reza: “Señor que tenga un buen día “. Es la oración que llevamos de petición. Jesús de Nazaret el Señor, nunca la despreció: nos dijo que pidiéramos el pan de cada día, y de sus labios salió quizá la oración de petición más seria e impresionante que nunca se ha hecho: en Getsemaní pidió: “ Abba, Padre, que pase de mí este cáliz.. “

A veces la oración de petición parece como si quisiera mandar a los santos a evitar lo inevitable, o a obligar a Dios a parar el mundo. Atribuimos entonces a la oración como un poder mágico, que tiene el riesgo de poner nuestra fe y nuestras creencias a merced de nuestra voluntad. Pero la oración no tiene carácter de empoderamiento. Como Josué, no podemos hacer que el sol se detenga.


Estos días a raíz de la triste resolución de la mayoría del Congreso sobre la Eutanasia, se nos piden oraciones (y ayunos) para frenar tal atropello gravísimo a la dignidad de la vida humana. Muchos cristianos se han quedado perplejos al leer el planteamiento de algunos de estas peticiones de oración. Parece que ésta puede ser el remedio de lo imposible, como si rezando se pudiera quebrar el mundo. Pero Dios respeta el tiempo y el espacio y la historia del ser humano. No puede hacer otra cosa y ahí creo que en eso esta su poder.


La oración debe ser el medio para encontrarnos con Dios. Y una vez con él, del corazón humano debe brotar la alabanza, el agradecimiento, también lo que nos preocupa y angustia, nuestras tristezas y soledades, y retornarlo todo de nuevo a Dios, convertido en aceptación, agradecimiento y, de nuevo, alabanza.

Jesús de Nazaret nos enseñó muy bien a hacerlo.


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