lunes, 29 de noviembre de 2021

LA AVENTURA DE IR AL CAJERO

 


No hace mucho en este mismo lugar, me adherí a un amigo que se quejaba fuertemente por el servicio que los bancos están dando a sus clientes. Aunque aquellos lamentos tenían una clara y razonable motivación, el caso es que la conciencia general de los que tenemos que acudir al banco para resolver nuestros asuntos económicos pequeños o grandes es que estos están aprovechándose de la coyuntura de la crisis social y económica que ha provocado la pandemia del coronavirus.

 

Yo creo que entre los grandes bancos hay una consigna con la que se han puesto de acuerdo: convertir la banca tradicional en banca cibernética. Las consecuencias son que los clientes más jóvenes, duchos en esta arte del ordenador, lo tienen relativamente fácil. Pero los que ya somos mayores, y solo controlamos nuestros pequeños ahorros y nuestra pensión teniendo que acudir a los bancos, lo tenemos bien difícil: nos quieren hacer pasar por el aro, y si no tenemos muchos conceptos e ideas sobre el automatismo de los ordenadores, lo tenemos bastante crudo para hacer operaciones bancarias. Todo es aprender, pero a cierta edad, esto se hace más cada vez difícil.

 

El otro día me pasó una cosa muy graciosa intentando sacar dinero en el cajero automático. En verdad que no soy un analfabeto digital pero me falta mucho para manejarme con agilidad en este a veces inescrutable mundo. Tenía que sacar dinero y me puse delante del dispensador automático. Me acababan de cambiar la libreta de ahorros porque el banco recién fusionado, así lo había dispuesto. Me puse delante del cajero que me recordaba las máquinas antiguas de pin-ball. Primer intento: la pantalla del ordenador me muestra seis opciones, tampoco evidentes, por lo que no sabía qué tecla apretar. Vuelta atrás. Segundo intento: aprieto otra tecla y me salen las instrucciones escritas en polaco. Retroceso: tercer intento ahora se me pide un código que aparecerá en mi teléfono móvil. Saco el móvil y allí no hay ningún número de código. Repito en el cuarto intento otra vez la operación. Nada de nada. 


En eso sale una empleada también requerida por otro cliente que, en el cajero de al lado, ya está desesperado. Aprovecho su presencia y me da 2 ó 3 indicaciones, de las cuales no entiendo ni pillo ninguna. De nuevo ya en el quinto o sexto intento: lo mismo, no hay manera. Detrás de mí hay ya dos o tres personas en la cola, esperando. Ya a punto de irme intento probar por última vez: Toco una tecla, y luego otra y de pronto me pide que marque el dinero que voy a sacar. Si lo hago y por tanto, el cajero emite un ticket y a continuación vomita el dinero. “¡Lo conseguí!” Exclamé en voz alta, alegre y sorprendido. Los de atrás que esperaban tal vez con la misma congoja, a la vez y a voz en grito, contestaron “¡Enhorabuena”!

De cómo ir al banco se ha convertido en toda una aventura.

 

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