¿Cómo no dejar constancia de la impresión que he tenido ante la
noticia sorprendente e impactante de la dimisión del Papa Benedicto XVI? Hoy mismo he celebardo la Misa votiva por el Papa.
En los siete u ocho años que ha durado su pontificado este Papa
que algunos imbéciles llamaron inquisidor, nazi y retrógrado, ha realizado en
la Iglesia más novedades que muchos otros Papas. Y así, ha cortado de raíz los
casos de escándalos sexuales de la Iglesia. Ha publicado libros sin temor en
absoluto a la polémica, libros por otro lado sumamente interesantes y además con
un lenguaje muy accesible al público en general. Y ahora sin ningún miedo en
absoluto ha puesto su cargo a disposición de de la iglesia puesto que se ve sin
fuerzas ni vigor para ejercer el servicio de Pastor para el que había sido
elegido. (Desde el primer día de su proclamación como Papa ese título siempre
ha dado la sensación que le caía demasiado grande. Seguramente estará también
muy cansado por las fuertes tensiones que hay en la curia vaticana, refugio auténtico
de feroces lobos).
Dos consecuencias de esta dimisión: el colegio cardenalicio
seguramente en el próximo cónclave buscará a un Papa mucho más joven; También
se corrige aquel "mal ejemplo" que pudo dar Juan Pablo II, que debía
haber dimitido mucho antes, pese al gran testimonio cristiano y evangélico que
nos dio en los últimos meses de su vida.
Por último no quiero dejar de reseñar las gilipolleces que los dos
partidos de la oposición, que se dicen de izquierdas, han dicho sobre el caso de
la dimisión del Papa en TVE. La portavoz del PSOE, Elena Valenciano, haciendo
chistecitos sobre la decisión de Benedicto XVI y el de Izquierda Unida, dando
consejos para reformar la Iglesia. ¿Qué pasaría si algúno obispo español
hiciera algúna humorada sobre el funcionamiento del Partido Socialista o si
otro aconsejara cómo debe funcionar el partido de Izquierda Unida?
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