jueves, 28 de febrero de 2013

Estoy orgulloso de ser católico




Estoy orgulloso de ser católico. Estoy  feliz de pertenecer a la Iglesia católica, una institución que, acumulando tantas veces muchísimos pecados, es capaz de dar claros testimonios de que el Espíritu de Jesucristo está con ella. Lo afirmo a raíz de acabar de ver el momento en que Benedicto XVI se iba del Vaticano.

El hombre más poderoso de la tierra que renuncia al poder.
El hombre que le ha tocado vivir ocho años difíciles de la Iglesia, pero que no le ha temblado el pulso al poner orden.
El hombre que pese al boato de los ceremoniales de la iglesia en Roma se le veía humilde y tímido.
El hombre que podía haber sido atrapado en la terrible maquinaria vaticana, no se ha dejado pillar por ella.
El hombre que a pesar de la decrepitud de la vejez, ha sido un revolucionario y que nos ha demostrado que muchas tradiciones inamovibles, casi dogmáticas, se pueden cambiar En la Iglesia.
El hombre que además de enseñarnos de que hay que evangelizar al mundo, también hay que evangelizar a la propia Iglesia.
El hombre que nos ha enseñado que en la Iglesia  lo importante no es ser Papa, sino ser discípulo de Jesucristo.

Gracias, Benedicto XVI.

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