Hoy se celebra el 70 aniversario de la
liberación del campo de concentración de Auschwitz en Polonia. Sólo el recuerdo
la memoria de esta inmensa del dominio realizada por el ser humano, llena de
espanto el corazón y lo encoge. Es uno de mis recuerdos más amargos que tengo
de mis viajes hechos al extranjero.
Hace dos años estuve en Polonia. Uno de los
lugares visitados fue, lógicamente Auschwitz. Aunque es un lugar que debido a
las muchas veces que lo has visto en el cine en las imágenes del cine o de la
televisión, que hace que en cierta manera sin haber estado allí, lo reconozcas,
lo duro es ir poco descubriendo los espacios del horror, los pasillos, las
salas, los hornos, las celdas, los
rincones de la ignominia.
En algunos momentos se me saltaban las lágrimas,
y casi sentía como un desvanecimiento al recordar que en aquellos lugares que
yo estaba contemplando habían sido testigos de las más abominables acciones
humanas. ¿Cómo es posible que la más bella criatura hecha por Dios sea capaz de realizar estos actos
tan profundamente malvados?
Junto a unas empalizadas donde ahorcaban
incluso a los niños, hay un muro que servía de paredón de fusilamiento. Unos
cuantos ramos de flores habían sido depositados en el suelo en homenaje a
tantos muertos. De pronto yo sentí la necesidad de ponerme de rodillas y dije a
mis compañeros de viaje: "-Vamos a rezar un Padrenuestro”. Después de
rezarlo, me sentí como aliviado, como refrescado por una lágrima de Dios.
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