Después del encuentro de Taizé, que a nivel multitudinario tan bien funcionó y que, en concreto, en nuestra parroquia se desarrolló
maravillosamente, con el riesgo de olvidarme de más de uno a quien anticipadamente ya pido perdón, escribo, agradecido, aquí sus nombres sin orden ni concierto:
A “Mariquiya”, de Málaga y Johanna de Alemania, a Óscar, el delegado
de juventud, dedicado en cuerpo y alma estos últimos meses para preparar este
encuentro.
A María Luisa, ya en nuestra parroquia, cabeza coordinadora y mano abierta y generosa
en toda la “movida” y a su hermano Pedro.
A Nuria, Toni, Mimec, y a Matías (y a Ester, su madre), a Jaime y Vicente, nuestros
flamantes recién confirmados.
A las familias y (personas solas), a las Teresianas que acogieron en
sus casas, y con todo su amor, a los jóvenes peregrinos.
A los miembros de coro de jóvenes que colaboraron en todo lo que
pudieron.
A Vasil, sacerdote ucraniano y al polaco Dominik, a Alfredo, eficaces feligreses en
nuestra parroquia, que dieron las charlas e hicieron de traductores.
Y a muchos más, de cuyo nombre no me acuerdo… ¡Perdonad la injusticia
de mi olvido!
Gracias, muchas gracias porque le "habéis ayudado" al buen Dios a estar más cerca de todos y porque habéis convertido la parroquia de San Antonio de Padua en lugar de acogida (y de misericordia) para todos.
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