Hace unos días regresé de un largo viaje, que me ha llevado
a conocer algunos países de África del Sur: Botswana, Zimbawe, Zambia, Sudáfrica.
La lejanía en kilómetros se me ha mostrado también como distancias de cultura,
de civilización, de costumbres. Rumiando voy estos días en mi pensamiento, las
cosas que he visto: mares infinitos, extensas
tierras nuevas, montañas en la lejanía, ríos bullendo de vida, naturaleza
salvaje y, sobre todo, sobre todo, hombres y mujeres de color, innumerables, que
viven en la pobreza con una dignidad que les honra.
Y es que aunque creas desplazarte de un sitio a otro, todo
viaje es un falso movimiento; no creces en distancia, sino como un árbol en
aros concéntricos alrededor de tu propio interior. Parece que et escapas de tí mismo pero al final, regresas al mismo sitio,
siendo otro y a la vez distinto, encontrándote con tus mismas pulsiones, con tu
misma conciencia, con tu misma alma.
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