Una historia de amor eterno y puro bajo la revolución de Mao.
Por fin, Zhang Yimou ha vuelto a lo suyo, a lo que lo
hace cálido, sincero, autentico. La gente sencilla, la escuela y sus maestros,
los pueblos olvidados del campo, las mujeres dulces, fuertes, obstinadas y
tozudas, la opresión insoportable del régimen comunista, el sufrido modo de
vida de la población china… junto a una deliciosa historia de amor, un
reportaje social y antropológico del modo de vivir de la gente sencilla de
China.
El cineasta chino había dado un golpe súbito de timón
en el discurrir de su obra cinematográfica y nos sorprendió con su “Hero”, “La casa de las dagas voladoras” y otras que, sí, técnicamente eran
un prodigio artístico, pero nos dejaban totalmente fríos. Con “Amor
bajo el espino blanco” nos reconciliamos con él porque pese a algunos
desmayos (hay algunos hilos sueltos, hechos no explicados, elipsis no obvias, derrapes hacia el
melodrama), nos presenta una película bellísima,
emocionante y resplandeciente, en las antípodas de ese cine romántico tontorrón
y ñoño (o sórdido y morboso) que el cine americano nos presenta tantas veces ahora.
Jing, una colegiala ingenua de la ciudad, debe
trasladarse a un remoto pueblo en la montaña para su “reeducación” durante la
Revolución Cultural. Su padre ha sido encarcelado por “derechista”, y su madre
lucha para alimentar a sus tres hijos. Jing sabe que tanto su futuro como el
bienestar de su familia dependen de su buen comportamiento en opinión de las
autoridades. Pero su prudente y tranquila existencia se ve trastocada cuando se
enamora de Sun, el encantador hijo de un militar de élite. Debido a la
diferencia social (y política) que les separa, un romance entre ellos es
impensable. Más aún, peligroso. Pero la atracción es mutua, poderosa e
innegable.
Retorna una vez más el tema de los enamorados Romeo y Julieta (Sun y
Jing ) que no pueden ver cumplido su amor porque sus familias son hostiles
socialmente (revolucionarios y disidentes –o derechistas como se dice en el
filme-). En este sentido algunos momentos de "Amor bajo el espino blanco" parecen repetir algunos de los
hallazgos de su exitosa cinta “El camino
a casa”, donde los amantes se encuentran y desencuentran, las esperas sin
desaliento de los protagonistas los objetos se convierten en una especie de
signos sacramentales (la palangana, el llavero, las botas de agua). Siempre con
una sensación de fresca improvisación, donde los actores (no profesionales) le dan a
la historia un aire de espontánea pureza e
inocencia nada impostada, como pocas veces el cine nos ha podido
describir en una historia de amor tan sublime y pura. Momentos de fuerte
lirismo como la escena del baño y el abrigo, o la noche que pasan juntos hacen
vibrar el corazón del espectador.
La fotografía en color pero tenuemente desteñida parece filtrar su brillo
como significación de esa dicha empañada conseguida por la situación opresiva
del maoísmo en aquellos funestos años de la revolución Cultural de Mao. Un
final demasiado melodramático quizá empaña la perfección de esta película.
Una película bonita que recupera al Zhang de siempre, aunque no está a la altura de la maravillosa El camino a casa. Coincido en el comentario sobre el final. Si te interesa este genial director te recomiendo mi último artículo http://laestaciondelfotogramaperdido.blogspot.com.es/2012/11/zhang-yimou-y-la-fuerza-de-china.html Saludos!
ResponderEliminarLa recomiendo mucho, si te gustan las historias de amor puro ésta tienes que verla, además tiene un buen ritmo. Yo la vi en HBO GO porque me gusta más su idioma original y online casi todo está doblado.
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