Kim Phuc fue aquella niña de
desdichada celebridad que salió en aquella foto desgarradora que denunciaba los
horrores del uso del napalm en la guerra Vietnam allá en los años setenta. Ahora
ya adulta, ella preside una ONG –The Kind
Foundation- que protege a los niños víctimas
de la guerra.
A Madrid ha venido para
recoger un premio “Save the children”.
Hoy en la contraportada de “El País” se le hace una especie de entrevista. A mí me han gustado y emocionado mucho sus declaraciones
sobre la fe que encontró leyendo el Evangelio:
“Yo vivía sufriendo. Odiaba mi
vida, odiaba a la gente normal, odiaba a los que me habían hecho daño, las
cicatrices. Leer las palabras de Jesús me cambió. No soy una persona religiosa,
pero tengo una relación muy íntima con Dios. Rezo mucho. Cuando me duelen las
heridas, rezo. Y cuanto más lo hago, más paz encuentro. Me ha ayudado a amar y
a perdonar. Mi misión es ayudar a otros en mi situación a perdonar, a ser más
fuertes por fuera y por dentro”.
También ha hecho
preguntarme porque muchos occidentales,
muchos cristianos, no somos capaces de
descubrir ese tesoro en el evangelio como esta mujer lo ha hecho: ¿Somos nosotros
que, rutinizados, nos saben a muy poco las palabras siempre reconfortantes de Jesús?
O ¿es la Iglesia (y no hablo sólo de la católica) la que ya no sabe exponer el
Evangelio de Jesucristo a tanta gente tan necesitada de paz, belleza, bien,
verdad (Dios) en este mundo de hoy?
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