Atenas, en 1981, cuando yo la visité.
A
través de los medios de comunicación seguimos la difícil situación por la que están atravesando los griegos. Como estamos en la
aldea global es como si nos estuviera pasando a nosotros; da la sensación que
somos todos víctimas de una conspiración cuya autoría y culpabilidad parece anónima. Cada vez aparece más al descubierto la
sinrazón de un sistema político y económico que es capaz de provocar tales situaciones, con repercusiones verdaderamente
penosas por no decir trágicas: allí en las hermosas tierras de Grecia ¿cómo
será la pobreza?
¿Y quién es el culpable? La verdad es que
parece difícil dilucidarlo, pero ya es hora de que desde la Comunidad Europea,
donde todos parecen que encuentran las respuestas a las preguntas, se plantee de verdad que con este feroz capitalismo
así no se puede seguir.
O
vendrán las consecuencias.
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