Un vecino mío, cuando comenzó este torneo de la Eurocopa que ahora acaba, colocó en su
balcón esta especie de altar laico deportivo. Ni qué decir tiene que
seguramente muy cabreado y también decepcionado, en cuanto acabó el equipo
español fue eliminado por Italia, retiró toda el aparato imaginero y colorista
de la patria que había colocado. Y con toda la razón.
Ayer acababa el torneo de futbol de la Eurocopa 2016. Portugal ha sido
la campeona, le arrebató a Francia, a última hora en la prórroga, el trofeo. Es
curioso que siendo muchas veces ajeno a muchas noticias, te andas enterando,
sin buscarlo, de ellas. No soy en absoluto un futbolero. A mí el deporte “rey”
(?) ni fu, ni fa. Me causa más bien estupor que entre la gente haya personas
con tan desmedido y furioso interés por un espectáculo deportivo que cada vez
parece más degradado y prostituido.
La chulería de las grandes estrellas del fútbol, la ambición de los
clubs convertidos más en franquicias que en cobijos de ilusión para los
aficionados, las rencillas y discusiones de los entrenadores con sus teatrales
y dramáticas declaraciones, los intereses comerciales descarados de las televisiones, las
hazañas sexuales de sus profesionales que se creen vivir en total impunidad,
etc., me asquean. La afición al deporte del fútbol y toda su parafernalia parece
más bien una verdadera religión alienante que en muchas ocasiones degrada a
quien la profesa. ¿Existe vida inteligente en el planeta del futbol?
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