Ayer domingo se celebró la solemne fiesta del “Cristo de san Salvador” en el Cabanyal de Valencia. Curioso modo de nombrar a una impresionante imagen de un Cristo crucificado de robusto fuste, esculpido en madera con un gran realismo de heridas, llagas y sangre que aún se subraya con una gran pelambrera de pelo natural que impresiona, sobre todo, cuando el viento remueve su cabellera. Pesa algo más de setenta kilos y los devotos lo portan posado sobre sus hombros y pecho, ayudados sólo por un cinto transversal a éste. Sin duda para los portadores es una experiencia emotiva y profundamente, el corto trayecto que con él hacen turnándose, se torna en una intensa plegaria hacia ese Dios que representa la imagen del Cristo. Es una forma de religiosidad popular que algunos no entienden, pues a veces puede ser conflictiva -yo la tengo en gran estima- y que hay que cuidar, respetar e incluso fomentar, pues es un medio estupendo de evangelizar.
Con gran alegría ayer, invitado por el párroco actual, estuve en dicha fiesta, que me recordó los doce años de mi estancia en el
templo de la Parroquia de los Ángeles donde se custodia dicha imagen,
cumpliendo el oficio pastoral de Párroco. He estado muchas horas y días delante
de esa imagen de Cristo y lógicamente a él le he rezado. Me cabe el honor de
haberle compuesto una oración que ha tenido una gran aceptación popular y que
se ha reproducido en miles de estampas y otros impresos.
Emocionante pues la tarde
con la solemne misa en la que que yo hice el sermón y después participé en la
procesión, con la enorme afluencia de tanta gente sencilla y querida por mí,
que me recordaron la bonita experiencia de mis doce años de párroco.
La Cofradía del Cristo
del Salvador estrena nueva Junta Directiva en este año. Le deseo lo mejor: que
acierte en cuidar verdaderamente este movimiento popular de devoción y que,
sobre todo, se enamoren de Jesús de Nazaret, ese Cristo quenos salva y que ellos veneran con esa imagen.
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