Para mi la villa de Chelva constituye el recuerdo, fresco y luminoso de mi adolescencia, pues durante esa edad mía yo viví allí. Por fortuna conservo algunos buenos amigos y compañeros de aventuras y correrías. Yo creo que comparados con los adolescentes de ahora éramos muy formalitos.
El viernes pasado fue la fiesta mayor con una Misa solemne por la mañana y por la tarde, la procesión. A ésta acudí con unos amigos y recordé tiempos pasados. Contemplar la procesión a la salida del templo y luego en los recorridos por el pueblo, en medio de las estrechas calles del barrio árabe de Benacacira y luego por las sinuosas callejuelas del Arrabal que antaño fue la judería, es una experiencia nostálgica y muy plástica. A la Virgen la acompañaban muchísimos devotos y me llamó la atención su banda de música nutrida de numerosos instrumentistas. (Conté nada menos que veinticinco clarinetes).
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