sábado, 7 de noviembre de 2020

SEBASTIÁN ALÓS: UN PROFETA



Ha fallecido un gran hombre de Dios, un testigo auténtico del evangelio de Jesús de Nazaret, un profeta clarividente.

Yo, ahora,-mejor: todos- le lloramos porque la Iglesia ha perdido a un gran hombre, alguien que era como una luz en estos momentos de tanta oscuridad en nuestra Iglesia y en el mundo.


Me unió cuando estábamos en el seminario una gran amistad con él pues era de mi misma promoción y por cuestión del orden alfabético de nustros apellidos(Alós, Barrera,) durante muchos cursos teníamos las habitaciones contiguas. Compartíamos los apuntes (aún recuerdo aquella letra manual que él tenía tan redonda, tan equilibrada). Otras veces incluso estudiábamos juntos. Tenía una mano prodigiosa para el dibujo. Yo conservo aún alguna lámina dibujada por él. 


A partir de 1971 en que recibimos la orden de presbítero la vida nos llevó por distintos trayectos. El suyo siempre fue muy recto, sabía muy bien el camino que le marcaba el Evangelio. Austero, fiel, sencillo, siempre con el corazón lleno de misericordia para con la gente. Era como el buen samaritano. Fue el hombre de las “periferias” del que hablaba el Papa Francisco y aún cuando su salud era muy escasa, siempre tenía la sonrisa en sus labios.


Descansa en paz, amigo Sebas (como le llamábamos en el Seminario de Moncada) e intercede por nosotros. Que la memoria de su nombre nunca se borre de nuestro corazón.


1 comentario:

  1. ¡Sebas enhorabuena, el Señor te ha liberado!
    No sé porqué, pero me elegiste para trabajar junto a tí por los más necesitados, fueron muchos años de estar día a día buscando lo que pudiera ayudar a los que tienen poco, casi nada. Lo bueno de ti es que muchas veces no podías resolver sus problemas, pero incluso en esos casos las personas agradecían profundamente tu trabajo.
    Creo conocer como pocos los esfuerzos que hacías para soportar largas jornadas de trabajo, soportando de manera imperceptible para la mayoría tus sufrimientos.
    Han ido pasando los años y el Señor siguió forjándote en tu dolor.
    Gracias por todo lo que has dado, ya estás recibiendo para toda una eternidad el fruto de trabajo bien realizado.

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