¡Pues ya se ha acabado la Navidad!
El día 25 todos lo celebramos, mejor o peor. Previamente han sido días de mucho
jaleo: conciertos de música en la iglesia, campaña de solidaridad de Cáritas, preparación del nacimiento, tener la iglesia a punto, preparación de la liturgia de la misa
de Nochebuena,… Muchas, muchas cosas que ahora ya, dos días después, han pasado.
A mi particularmente estas fiestas de Navidad
no me hacen mucha gracia. La tendrían si todo se hiciese más sencillamente, con
menos rebombori. Demasiada comida, demasiadas visitas, demasiadas
felicitaciones, demasiados villancicos, demasiados tópicos. Los teléfonos
móviles con sus whatsaps ardían. Felicitas a todo “quisque”, y después se te
olvidan a los principales. Voy al centro de la ciudad a comprar algo y regreso
mareado, aturdido de tantos ruidos, de tanto apelotonamiento de gente, de
chillón villancico en las megafonías de los comercios… Y en las calles del
centro de la ciudad las navidades están tomadas por la moda yanqui: no sabes si
estás en la calle Colón, o en la 5ª Avenida. En fin, que no me gustan las Navidades.
Y eso que pese a todo, procuro vivir íntima y
religiosamente lo que para mí éstas significan: el nacimiento del niño Jesús. ¡Dios
más cerca que nunca de nosotros!
Pero hay más: Nochevieja y Año Nuevo. Dos
fiestas contra las que yo me revuelvo, y borraría. Así que, ánimo a todos, hay
que pasarlas… Yo me eclipso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario