Esta tarde he estado varias horas en el centro
de la ciudad. He visitado dos o tres centros comerciales, buscando un regalo
para la próxima fiesta de Reyes. He llegado a casa rendido, mareado, aturdido.
Cada vez me estoy convirtiendo más en un monje solitario. No soporto los
tumultos de gente, los ruidos y las músicas ambientales. Todo el tiempo
soportando villancicos enlatados que unos coros infantiles, llenos de monotonía,
interpretan.
Así que, llegado a casa, he tomado una
frugal cena, y ahora estoy escuchando la música que me gusta oír en Navidad: “El
Mesías” de Haendel. ¡Qué maravilla esas pequeñas sinfonías, esos coros, esas arias
que se contienen en el oratorio del músico anglo germano!
"Y he aquí que el Ángel del señor
se les presenta y la gloria del Señor les rodea y se apodera de ellos un gran
temor”, canta la soprano. Y una gran paz
y un dulce sosiego me inundan mientras lo escucho. ¡Esto sí que es Navidad!
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