Hay muchas cosas bellas en la vida. Esta semana mi amigo Jesús se ha jubilado. Había sido durante muchos años profesor de varias disciplinas en un colegio de la Iglesia. Admirado por muchísimos de sus alumnos y querido por sus compañeros del claustro de profesores se le rindió un bonito homenaje. Al salir del aula, después de impartir su última clase, todos los alumnos y compañeros enseñantes le aplaudieron a lo largo de los pasillos recorridos tantas veces por él hasta la misma puerta del edificio del colegio.
Mucha gente en Ribarroja (antiguos alumnos, padres, maestros) le tienen gran cariño y memoria: fueron muchos años de dedicación, de divertida imaginación, de variopinta inventiva para impartir clase (mejor, dar, pues se entregaba a ello), de transmisión de valores humanos y religiosos. Lo que importa en este momento es la satisfacción de saber que hay personas empeñadas en hacer su trabajo bien hecho. En este caso, la labor de educar en muchos momentos difícil e ímproba, pero que al final deja el poso de una vida dedicada a los demás, de muchas horas ayudando a que niños y adolescentes se transformen en verdaderos hombres y mujeres.
¿Recordáis el final de aquella preciosa película titulada "¡Adiós, Mister Chips!» donde aquel profesor inglés que ensañaba latín era homenajeado en el patio del colegio con grandes aplausos por parte de sus alumnos? Pues lo que ocurrió también ayer con Jesús me recordó esta película que conoció dos versiones. Ad multas annos!
Muchas gracias por tus palabras, José Luis, amigo. Fue realmente inesperado y abrumador. Gracias. Veré la peli a la que te refieres, pues no la he visto.
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