viernes, 30 de octubre de 2020

NOCHE DE MUERTOS, NOCHE DE HALLOWIN


 Cada año, cuando se acercaba el Día de Todos los Santos y también el Día de Difuntos, (dos días que no hay que confundir porque son distintos) éste que escribe, montaba en cólera por la influencia cada vez más fuerte de la moda de celebrar esta fiesta al estilo más puro de los Estados Unidos de América. (Leed, si queréis, mis primeras entradas en años consecutivos cuando llegaba esta efemérides). La noche de Hallowin empezaba a desplazar a las tradiciones no muy fervorosas del día de Todos los Santos y del día de los Fieles Difuntos o de Almas. Entre uno y otro estaba la noche del miedo, de fúnebres entretenimientos. 


Por la tarde se visitaba el cementerio y los niños veíamos a nuestros mayores poner flores y llorar. A mí el cementerio me causaba gran respeto y me encogía el corazón. Cuando salíamos de él, mis padres me compraban un cucurucho de castañas asadas. También en la velada de la noche, junto al fuego del hogar, se asaban las castañas cuyo aroma inundaba toda la casa. No había televisión, y sentados alrededor del fuego, que contemplábamos hipnotizados cómo sus brasas cambiaban de intensidad y el humo subía por la chimenea haciendo caprichosos dibujos, nos disponíamos a escuchar los cuentos de miedo que además solían ser siempre los mismos.


Estos cuentos eran narraciones muy populares que buscaban meter miedo a los críos y asustarlos, cosa que a ellos siempre les encanta. Invocaban fantasmas y espíritus vagabundos que se hacían presentes a través de silbidos provocados por el viento, ruidos de crujidos de las maderas, golpetazos de alguna ventana mal cerrada, chasquidos de alguna gotera de los grifos. Algunos quizás más cultos leían a Poe o Lovecraft o las leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer que ponían los pelos de punta: “Maese Pedro, el organista “, “El monte de las ánimas “…



Ahora esas costumbres han sido prácticamente olvidadas y el estilo Halloween ha inundado colegios, comercios, casales falleros, y otros locales que ahora por causa de la pandemia están cerrados. Yo también y ahora, ya no me enfado en absoluto por la yankización (perdón por el palabro) ni despotrico contra tales e inocentes costumbres. Sigo pensando que no es lo nuestro, que muchas veces se extralimita y pisotea el buen gusto. Pero en el desquicio de la sociedad en la que vivimos, esto más parece una tontería que otra cosa. Nosotros con nuestras mascarillas por la calle ¿acaso no parecemos muertos vivientes?


Así que yo en la Noche de los Muertos que es entre el 1 y el 2 de noviembre, seguramente veré a la muerte en mi película favorita: “El séptimo sello “. Y antes leeré a mi siempre admirado Gustavo Adolfo Bécquer. Así que feliz Hallowin, feliz Noche de Muertos..


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