La apuesta de creer
Es hermoso creer en un dios de quien no tienes la certeza de que exista,
del que tengas que hablar siempre enredado en la red de lo posible, de la duda y la certidumbre y del que, al
hablar de él, hayas de usar el modo verbal condicional. Crees y eres a la vez muy libre de creer.
Así, como si todo fuera provisional, como un proyecto urdido de hilos y
alfileres, con el condicionamiento de poner entre paréntesis la duda. Él, que
es firmeza, seguridad, “la roca que nos salva”.
Por eso el riesgo que corre el que lo afirma es un reto, y por supuesto, una
aventura.
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